Boletín de Situación Internacional del 8 al 15 de diciembre de 2025
Crisis olvidadas y señales operativas: dónde se decide la seguridad global cuando nadie mira
INTRODUCCIÓN
Bienvenidos a una nueva edición de “Semana Internacional”. Mientras la agenda mediática global se concentra, una vez más, en un puñado de crisis recurrentes, bajo la superficie el orden internacional sigue desplazándose: en frentes menos visibles, pero potencialmente más decisivos. Esta semana ponemos el foco en esas “crisis olvidadas” que rara vez abren telediarios y, sin embargo, están moldeando activamente el futuro de la seguridad global.
Hablamos del deterioro estructural del sistema de seguridad y de una proliferación nuclear cada vez más inquietante; de la reconfiguración del mando atómico en Pakistán; y de una escalada en el Sudeste Asiático que ya no puede leerse como un episodio periférico, sino como un posible preludio de guerra.
Lejos de ser notas al margen, estos movimientos dibujan un mismo patrón: fragmentación, politización de las instituciones de seguridad y atrincheramiento de potencias en regiones clave. El mundo que asoma es uno en el que la estabilidad se vuelve más frágil y las respuestas colectivas, más costosas —y más difíciles— de articular.
TEMAS PRINCIPALES ANALIZADOS
1. 2025: El año en que la seguridad global empezó a fracturarse
2025 quedará como un punto de inflexión en el deterioro del orden de seguridad internacional: no tanto por una única crisis, sino por la suma de señales que indican una erosión sistémica de normas, mecanismos de contención y arquitecturas que durante décadas amortiguaron la competencia entre potencias. Un análisis reciente de Chatham House sintetiza el diagnóstico con claridad: proliferación nuclear, seguridad espacial y guerra híbrida convergieron para acelerar ese desgaste.
La proliferación ha vuelto al centro de la agenda estratégica. A un lenguaje nuclear más explícito y agresivo por parte de potencias consolidadas se suma el avance —más o menos abierto— de programas en Estados umbral, configurando un entorno de riesgo que recuerda, por su lógica y su volatilidad, a los momentos más tensos de la Guerra Fría. En paralelo, el espacio deja de ser un ámbito de cooperación residual para convertirse en un vector de disuasión, vulnerabilidad y escalada. Y la guerra híbrida se consolida como normalidad operativa: una herramienta permanente de presión, desgaste y negación plausible.
El informe cierra con una advertencia que conviene tomar literalmente: las pruebas decisivas llegan en 2026. No estamos ante un colapso instantáneo, sino ante un proceso en marcha que pondrá a examen la resiliencia de las alianzas y, sobre todo, la capacidad de articular respuestas colectivas en un entorno multipolar cada vez más competitivo, fragmentado y emocionalmente fatigado.
2. La Enmienda 27 de Pakistán: reconfiguración silenciosa del comando nuclear
Casi fuera del radar mediático internacional, Pakistán ha activado su 27ª Enmienda constitucional, una reforma que —según un análisis de Foreign Policy— reordena piezas clave del comando nuclear y reabre preguntas incómodas sobre moderación, disuasión y estabilidad regional. No es un ajuste técnico: es una modificación de la arquitectura decisoria sobre el instrumento más extremo del Estado en una de las regiones más volátiles del planeta.
El texto, firmado por Haleema Saadia y Ali Mustafa, se detiene en cómo la enmienda afecta a la Autoridad de Comando Nacional (NCA), el órgano responsable de la política y el control del programa nuclear pakistaní. El núcleo de la inquietud es político-institucional: la reforma podría desplazar el equilibrio interno y debilitar los contrapesos civiles frente al estamento militar en lo que respecta a la toma de decisiones sobre el uso del arsenal.
Como advierten los autores, cualquier cambio que introduzca incertidumbre en la cadena de mando y en la lógica de decisión “en el momento más crítico” incrementa el riesgo de inestabilidad. Y ese riesgo se amplifica por el contexto: la relación con la India no solo está marcada por crisis recurrentes, sino por una estabilidad estratégica sostenida, en buena medida, sobre la percepción de control, previsibilidad y racionalidad en la doctrina nuclear. Si esa percepción se erosiona, crece la probabilidad de errores de cálculo en una futura escalada.
Lo más revelador, quizá, es el silencio: mientras el debate global se concentra en los arsenales de las grandes potencias, los cambios estructurales en comandos nucleares de potencias regionales pueden pasar casi inadvertidos. Y, sin embargo, son precisamente estos ajustes —discretos, internos, institucionales— los que a menudo determinan la diferencia entre disuasión estable y crisis descontrolada.
3. Conflicto Camboya–Tailandia: la escalada subestimada del Sudeste Asiático
Mientras la atención global permanece fijada en Ucrania o en el Mar de China Meridional, en la frontera entre Camboya y Tailandia se ha reactivado una dinámica peligrosa: una disputa histórica que ha pasado de incidentes puntuales a episodios de combate sostenido, con impactos humanitarios ya masivos. En el Council on Foreign Relations, Joshua Kurlantzick llegó a plantear que este retorno a las hostilidades “presagia” una posible guerra, una formulación que conviene leer menos como titular y más como advertencia estratégica.
El diagnóstico es todavía más inquietante por su horizonte: en otro análisis, el propio CFR insistía en que no hay “un final a la vista” para el conflicto. La mezcla es conocida —y explosiva—: nacionalismos en ascenso, incentivos de política interna y una disputa territorial con enorme carga simbólica (incluidos enclaves y ruinas históricas), todo ello en un entorno regional donde los mecanismos de desescalada han mostrado límites. A pie de frontera, la realidad ya es la de una crisis abierta, con centenares de miles de desplazados y un goteo de víctimas que erosiona cualquier margen de contención.
El riesgo no se limita a Phnom Penh y Bangkok. Una confrontación prolongada —o, peor, una guerra abierta— entre dos actores centrales del Sudeste Asiático tensionaría la credibilidad regional, fracturaría agendas comunes y ampliaría el espacio para la competencia de potencias externas. En otras palabras: es una de esas crisis que, por “periférica”, se vuelve más peligrosa cuando se la trata como secundaria.
4. Sudán: la catástrofe humanitaria invisible
Mientras la conversación internacional se reparte entre las crisis más televisadas, Sudán se hunde en una emergencia de escala histórica con una atención pública desproporcionadamente baja. Más de dos años después del inicio de la guerra entre las Fuerzas Armadas sudanesas y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), el país ha generado la mayor crisis de desplazamiento activa del mundo, con cifras en el entorno de los 12 millones de personas forzadas a huir —dentro y fuera de sus hogares— según estimaciones de Naciones Unidas y análisis del Council on Foreign Relations.
El resultado no es solo desplazamiento: es colapso estatal por capas. Infraestructuras críticas destruidas, sistema sanitario desbordado, acceso humanitario intermitente y una violencia que se ensaña con la población civil, incluyendo patrones de abuso que multiplican el daño social a largo plazo. En las últimas semanas, además, la escalada militar en zonas como Darfur y Kordofán ha venido acompañada de nuevos desplazamientos y de denuncias de atrocidades, en un entorno donde la verificación es difícil por cortes de comunicaciones y control territorial.
La invisibilidad no es solo un problema moral; es un riesgo estratégico. Sudán ocupa un nodo geográfico que conecta el noreste de África con corredores críticos hacia el Sahel, el Cuerno de África y el Mar Rojo; cuando el país se desestabiliza, se reconfiguran rutas de armas, personas y economías de guerra, y se amplía el margen para que actores externos llenen el vacío con agendas propias. En ausencia de una respuesta internacional sostenida —y con la ayuda humanitaria bajo presión financiera—, el conflicto se vuelve más difícil de contener y, sobre todo, de cerrar.
5. África Occidental: el efecto dominó de la inestabilidad del Sahel
La crisis del Sahel ya no es un “anillo interior” que pueda contenerse en el mapa. Está desbordando hacia África Occidental, tensionando a Estados costeros que hasta hace poco se percibían —con razón— como relativamente más resilientes. Chatham House lo formula con crudeza: un golpe en Guinea-Bissau y un intento de golpe en Benín no son anomalías aisladas, sino síntomas de una presión regional que se acumula y busca salida.
En ese contexto, la CEDEAO (ECOWAS) entra en una zona incómoda: su capacidad disuasoria y su legitimidad política se ven erosionadas justo cuando más las necesita. Las respuestas clásicas —sanciones, ultimátums, amenazas de intervención— han mostrado límites, y en ocasiones han servido como munición retórica para juntas militares que se presentan como “soberanistas”. A ello se suma un hecho estructural: la consolidación del bloque saheliano (Mali, Burkina Faso y Níger) y su dinámica de confrontación con ECOWAS, que complica la coordinación regional y endurece la competencia por alianamientos externos.
Lo verdaderamente alarmante es el vector: cuando la inseguridad (yihadismo, tráfico, economías ilícitas) se combina con fragilidad institucional y malestar en sectores militares, el riesgo deja de ser local y se convierte en contagio político. Benín es un aviso: incluso en un país con instituciones más estables, la degradación de la seguridad puede convertirse en narrativa justificativa para aventuras golpistas.
Si esta onda expansiva se afianza en el litoral del Golfo de Guinea, el coste será regional: más presión migratoria, más corredores ilícitos, más externalización de la seguridad y menos margen para una respuesta común. La lección estratégica es simple: no hay cortafuegos duradero entre el Sahel y África Occidental; solo existe capacidad —o incapacidad— de construir soluciones regionales sostenidas antes de que la inestabilidad se normalice.
6. Rusia en Oriente Medio: la paradoja del atrincheramiento
En buena parte del análisis occidental se ha instalado una premisa cómoda: si Rusia se debilita en Ucrania, su proyección exterior se replegará de forma casi automática, especialmente en Oriente Medio. Un informe reciente de Chatham House cuestiona ese automatismo. Su tesis es clara: Rusia está debilitada, pero su influencia regional no debe subestimarse; más aún, Moscú ha profundizado su atrincheramiento en la zona.
La aparente paradoja se entiende mejor si se mira la región como un tablero de posicionamiento más que de “victoria”. Primero, la presencia militar en Siria, aun costosa, proporciona a Rusia un anclaje operativo en el Mediterráneo oriental y una palanca de influencia sobre múltiples dosieres. Segundo, Moscú ha cultivado relaciones transversales —de Irán a Arabia Saudí— que le permiten operar como actor útil, interlocutor alternativo y, en ocasiones, mediador táctico. Tercero, en un entorno donde muchos gobiernos priorizan supervivencia y estabilidad, Rusia se presenta como un socio pragmático, menos normativo en materia de derechos humanos y, por tanto, más “manejable” para ciertos regímenes.
La conclusión del informe funciona como advertencia: contar con una retirada rusa por agotamiento es un error estratégico. Lo más probable no es una salida espontánea, sino una consolidación oportunista: aprovechar vacilaciones occidentales, divergencias regionales y ventanas de negociación para convertir presencia en influencia. En Oriente Medio, Rusia no es un residuo del pasado: es un factor activo que seguirá moldeando equilibrios, incentivos y márgenes de maniobra en los próximos años.
7. Tanzania: el fin de una excepción africana
Durante décadas, Tanzania fue citada como una rareza africana: estabilidad política sostenida en un vecindario donde los ciclos de crisis suelen ser recurrentes. Ese relato ha quedado profundamente dañado. Tras las elecciones del 29 de octubre de 2025, la represión de las protestas y las muertes de manifestantes han marcado, en palabras de Chatham House, un punto de no retorno: el país está “cambiado para siempre”.
Lo decisivo no es solo la violencia, sino la gestión política del trauma. El mismo análisis advierte que desviar la culpa —atribuir los hechos a “agitadores” o fuerzas externas— no amortigua la crisis: la agrava, porque erosiona la confianza pública justo cuando más se necesita contención. Y el contexto inmediato añade combustible: a inicios de diciembre, las autoridades desplegaron seguridad y llegaron a pedir a la población que permaneciera en casa ante nuevas movilizaciones previstas, mientras organizaciones internacionales alertaban de un balance humano muy elevado tras los disturbios postelectorales.
La pérdida de Tanzania como ancla regional no es menor. Su papel como actor relativamente predecible y socio de referencia en África Oriental ha sido, hasta ahora, un factor de estabilidad indirecta. Si el país entra en una dinámica sostenida de represión y resistencia, el impacto puede irradiar —por ejemplo, en flujos de población, seguridad fronteriza y equilibrio político— hacia vecinos con fragilidades propias. Y, sobre todo, envía un mensaje corrosivo: incluso los “casos estables” pueden quebrarse rápido cuando se rompe el pacto tácito entre Estado y ciudadanía.
SECCIONES COMPLEMENTARIAS
Diplomacia en Movimiento
•Plan Anticorrupción UE-Ucrania: Bruselas y Kiev han acordado un plan de 10 puntos para combatir la corrupción en Ucrania, un paso crucial para reforzar la candidatura de adhesión del país a la UE. El acuerdo llega tras un importante escándalo de corrupción que ha salpicado a altas esferas del gobierno ucraniano.
•OTAN y Ucrania: El Secretario General de la OTAN ha descartado de forma contundente la posibilidad de un veto ruso a la futura adhesión de Ucrania a la alianza, reafirmando la política de puertas abiertas de la organización.
•Acuerdo UE-Mercosur: Francia ha solicitado formalmente un retraso en la votación decisiva sobre el acuerdo comercial entre la UE y Mercosur, prevista para diciembre. París argumenta que necesita más tiempo para asegurar “protecciones legítimas” para su sector agrícola.
•Cooperación Trilateral en Asia: Un nuevo informe de Chatham House subraya la necesidad de que Estados Unidos, Japón y Corea del Sur se centren en ofrecer “beneficios tangibles” para sostener su asociación trilateral, especialmente ante las demandas de un mayor reparto de la carga por parte de la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de EE.UU.
•Presidencia ASEAN 2026: Con Filipinas asumiendo la presidencia de la ASEAN en 2026, las expectativas de concluir un código de conducta para el Mar de China Meridional son bajas debido a las crecientes tensiones entre Manila y Pekín, según un análisis de Chatham House.
LO QUE SE SUSURRA EN LOS CÍRCULOS
El Mossad en la Diana Política: Yossi Melman informa que el Mossad se ha convertido en la última “víctima de la desesperación de Netanyahu”. El nombramiento de un general retirado, envuelto en escándalos y con un claro perfil político, como nuevo jefe de la agencia, rompe con una larga tradición de profesionalismo no partidista. Este movimiento, que sigue a uno similar en el Shin Bet, es visto como una amenaza para la ya “frágil y defectuosa democracia israelí”.
El Incidente Nuclear de la CIA en el Himalaya: La edición de esta semana de SpyWeek de Jeff Stein saca a la luz un “percance nuclear de la CIA en el Himalaya”, un incidente poco conocido que se suma a la historia de operaciones encubiertas con consecuencias imprevistas.
La Retórica sobre Venezuela: Peter Eisner establece un paralelismo histórico entre la retórica actual de la administración Trump sobre Venezuela y la campaña de la administración Bush (padre) en 1989 para derrocar a Manuel Noriega en Panamá. El análisis sugiere que, al igual que entonces, se está exagerando la implicación en el narcotráfico para enmascarar “otras motivaciones más básicas”.
AGENDA DE LA PRÓXIMA SEMANA
•16 de diciembre: El Council on Foreign Relations organiza el evento “Forecasting Humanitarian Risk in 2026”, una conversación con David Miliband, presidente del Comité Internacional de Rescate.
•18 de diciembre: FP Live, la plataforma de eventos de Foreign Policy, analizará las opciones de la administración Trump en Venezuela, preguntándose si la Casa Blanca sancionará un ataque militar.
•Próximamente: Chatham House acogerá dos eventos de alto nivel: un panel sobre el conflicto de Yemen y el papel del partido Islah, y la “Conferencia Anual del Director 2026” con Bronwen Maddox.
CONCLUSIONES
Para las próximas semanas, el seguimiento útil es sencillo y operativo. En Pakistán, cualquier aumento de la ambigüedad en la cadena de mando y en los criterios de decisión eleva el riesgo de error de cálculo en el sur de Asia. En el plano regional, el termómetro será la eficacia real de ASEAN y CEDEAO: si no recuperan capacidad de mediación y desescalada, más conflictos pasarán a gestionarse por hechos consumados y no por acuerdos. Y en Sudán, la variable crítica es la prioridad política y financiera: si la crisis sigue sin tracción internacional, el conflicto será más difícil de encauzar y más fácil de exportar a su entorno.
En conjunto, esta edición no apunta a un único giro dramático. Señala algo más decisivo: se están moviendo los mecanismos, mando, mediación, atención y recurso, que determinan si una crisis se contiene o se desborda.





