China escenifica poder y ambición global en el 80º aniversario de la victoria sobre Japón
Xi, Putin y Kim comparten tribuna en Tiananmen en una puesta en escena que enlaza músculo militar, diplomacia multilateral y relato histórico
China celebró el mayor desfile militar de la era Xi Jinping para conmemorar los 80 años del fin de la Segunda Guerra Mundial en Asia. Setenta minutos de coreografía marcial en la Plaza de Tiananmen, más de 10.000 efectivos y una vitrina de sistemas de armas avanzados sirvieron para algo más que el recuerdo: fueron, según diversos análisis, un mensaje inequívoco sobre el proyecto chino de reordenar el sistema internacional.
Un acto pensado para el exterior… y para casa
Chatham House interpreta el desfile como parte de una estrategia diplomática más amplia: posicionar a China como abanderada de un mundo “multipolar” con fuerte liderazgo del Sur Global, en contraste con la narrativa del orden liberal liderado por Estados Unidos. La semana incluyó además una cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) en Tianjin, con más de 30 jefes de Estado y organismos internacionales. En conjunto, sostiene el think tank, se trata de “teatro político cuidadosamente escenificado” para reforzar la moral interna y proyectar poder en el vecindario y más allá.
El “triunvirato” autoritario, por primera vez en público
La foto de Xi Jinping con Vladimir Putin y Kim Jong Un otorgó al evento un relieve histórico. El Council on Foreign Relations subraya que no se veía una aparición conjunta de líderes de China, Rusia y Corea del Norte desde la Guerra Fría. La presencia de Kim —su primera en un foro multilateral desde 2011— supone una elevación simbólica de su perfil tras años de sanciones y condenas. El telón de fondo es el estrechamiento de lazos entre Pyongyang y Moscú, en particular a través del suministro de munición norcoreana para la guerra en Ucrania, y un acercamiento militar que observadores describen como cada vez más denso.
Ausencias que pesan
La OCS y el desfile estuvieron marcados por la ausencia de grandes potencias occidentales. En Asia tampoco acudieron Japón, Corea del Sur, Singapur ni Filipinas, todos aliados cercanos de Washington. Una excepción parcial fue India: Narendra Modi participó en la cumbre —no en el desfile— en lo que Chatham House lee como un gesto de deshielo tras años de fricciones comerciales y fronterizas, incluidas disputas arancelarias bajo la Administración Trump.
El arsenal en vitrina
La pasarela de capacidades chinas reflejó lecciones operativas de la guerra en Ucrania y la ambición de completar una tríada nuclear creíble. Entre lo más destacado:
Ala fija y guerra electrónica. Avistamientos del J15‑DT, avión de guerra electrónica embarcado, concebido para apoyo y señuelo de cazas.
Disuasión estratégica. Presentación de un nuevo ICBM lanzado desde submarino, paso clave para afianzar la tríada nuclear.
Defensa antidrón y alerta temprana. Mayor énfasis en sistemas anti‑UAS y plataformas de vigilancia aérea.
Tecnologías emergentes. Drones submarinos, misiles hipersónicos, sistemas antimisiles, vehículos autónomos y equipos de guerra electrónica que, según analistas, no se habían mostrado antes en público.
Mensajes cruzados
En su discurso, Xi planteó una dicotomía tajante: “paz o guerra, diálogo o confrontación, cooperación ganar‑ganar o rivalidad de suma cero”, y llamó a acelerar la transformación del EPL en un “ejército de clase mundial”. La reacción en Washington fue inmediata: según el CFR, Donald Trump acusó en redes a Putin y Kim de “conspirar contra Estados Unidos”, extremo que el Kremlin rechazó.
La nueva capa: gobernanza global
Durante la cumbre de la OCS, Xi presentó la Iniciativa de Gobernanza Global, que se suma a sus marcos sobre desarrollo, seguridad y civilización. Aunque su arquitectura está aún por definirse, el movimiento subraya la voluntad de Pekín de proponer reglas y foros propios, en contraste con la retirada o el escepticismo de Washington respecto a ciertos organismos multilaterales.
Alianzas en consolidación
El marco sirvió para avances bilaterales. Putin agradeció a Kim el apoyo norcoreano a Rusia en su esfuerzo bélico, y el jefe de Gazprom anunció progresos en un gasoducto largamente encallado hacia China. Por su parte, Xi y Putin cerraron medidas de facilitación, incluido acceso sin visa de 30 días para viajeros rusos y un memorando para un nuevo gasoducto que conecte Siberia occidental con el norte de China a través del este de Mongolia.
Historia y legitimidad
Para Pekín, el 3 de septiembre —fecha de la rendición japonesa en 1945 y del fin de la “Guerra de Resistencia contra la Agresión Japonesa”— no es solo memoria: es un pilar del relato de la “gran rejuveneción” nacional. Chatham House sostiene que el desfile busca reequilibrar una narrativa global de la II Guerra Mundial que, durante décadas, habría minimizado el sacrificio chino y asiático. Ese guion también opera hacia dentro: el mensaje de legitimidad del Partido en un momento de desaceleración, deflación y alto desempleo juvenil.
Reacciones regionales
Desde Taipéi, el presidente Lai Ching‑te fue crítico: “El pueblo de Taiwán aprecia la paz, y Taiwán no la conmemora al cañón de un arma”. En un gesto llamativo, Kim estrechó la mano del presidente de la Asamblea Nacional de Corea del Sur antes del inicio del desfile; sin embargo, Pyongyang ha rechazado las últimas propuestas de Seúl para estabilizar las relaciones.
Capacidad y propaganda: separar señales de ruido
La demostración exhibe avances reales —particularmente en disuasión nuclear y anti‑drón—, pero especialistas advierten contra confundir capacidad desplegable con capacidad demostrada. La “competencia de narrativas” es parte del efecto buscado: proyectar que China puede y quiere disuadir mientras afirma sus reclamaciones de seguridad en Asia.
Lo que deja la jornada
El 3 de septiembre de 2025 consolida una tendencia: Pekín ya no se presenta como actor de reparto, sino como arquitecto de un orden alternativo. La combinación de exhibición militar, diplomacia entre no‑occidentales y relato histórico apunta a un objetivo claro: anclar la influencia china en instituciones, corredores energéticos y percepciones públicas, mientras se teje una red de socios dispuestos. Ocho décadas después del fin de la guerra en Asia, el mensaje es menos conmemorativo que programático. China aspira a escribir —y firmar— el próximo capítulo.