Del 7‑O a Doha: cómo la guerra de Gaza se convirtió en una prueba de estrés regional (2023‑2025)
El ataque selectivo de Israel contra dirigentes de Hamás en Doha el 9 de septiembre ha traspasado una línea que pocos imaginaban hace dos años
Lo último: Doha, un golpe con efecto dominó
En la tarde del 9 de septiembre, Israel lanzó una operación en Doha dirigida al liderazgo político de Hamás asentado en Catar desde 2012. Según fuentes qataríes y del propio movimiento islamista, la cúpula sobrevivió; al menos cinco miembros de menor rango habrían muerto, entre ellos el hijo de Jalil al‑Haya, un alto cargo de Hamás. Catar denunció una “violación flagrante” de su soberanía y advirtió del daño a los esfuerzos de mediación del alto el fuego y canje de rehenes. La ONU, la UE y varias capitales —incluida Londres— condenaron el ataque; la Casa Blanca lo calificó de “desafortunado” y el presidente Donald Trump dijo sentirse “muy disgustado”, subrayando que atacar a un aliado y mediador no ayuda a los intereses estadounidenses ni israelíes.
El primer ministro qatarí, Mohamed bin Abdulrahman Al‑Thani, aseguró que “nada disuadirá” a Doha de seguir mediando, pero reveló que el aviso estadounidense llegó con los ataques ya en marcha. Es un mensaje doble: Catar mantiene su rol, pero el espacio de la mediación se estrecha si los mediadores se convierten en teatro de operaciones.
La lectura estratégica en Jerusalén fue inequívoca: la acción pretendía castigar a Hamás tras una matanza en Jerusalén, la muerte de cuatro soldados en Gaza y quebrar lo que Israel interpreta como sensación de impunidad del liderazgo externo del movimiento. La lectura regional, sin embargo, gira en torno al precedente: un Estado aliado golpeado por otro Estado aliado, con el riesgo de que el “conflicto sombra” deje de serlo.
De Gaza a una guerra de múltiples frentes
El tablero que se abrió tras el 7 de octubre
El 7 de octubre de 2023, el ataque de Hamás contra el sur de Israel desencadenó una ofensiva israelí en Gaza que, con altibajos y treguas parciales, llega a septiembre de 2025 con más de 64.000 palestinos muertos, según el Ministerio de Salud de Gaza, y con la Franja en crisis humanitaria crónica. La semana del ataque en Doha, el ejército israelí volvió a ordenar evacuaciones masivas en Ciudad de Gaza ante una nueva fase terrestre. La cifra de víctimas y el tipo de combate —urbano, con desplazamientos repetidos y acceso a ayuda extremadamente restringido— han intensificado la presión internacional. Un día después del 7‑O, Hezbolá abrió el frente norte con fuego diario desde el Líbano; los hutíes de Yemen empezaron a lanzar misiles y drones contra Eilat y a golpear la navegación en el Mar Rojo; milicias proiraníes en Irak y Siria añadieron ataques esporádicos. Teherán, por primera vez, lanzó ataques directos contra Israel en abril y en octubre de 2024, elevando el listón de la confrontación.
El frente libanés: contención inestable
Hezbolá combinó salvas casi diarias con grandes andanadas puntuales como las de junio y noviembre de 2024 —unos 250 cohetes en un día, algunos llegando hacia Tel Aviv— en respuesta a ataques israelíes en Beirut y en el sur del país. Israel contestó con una campaña sistemática de inteligencia y supresión de lanzadores, incluyendo golpes en barrios densamente poblados de la capital libanesa. El costo humano y material en Líbano ha sido elevado; la ONU llegó a calificar de “catastrófica” la situación humanitaria, con picos de desplazamiento superiores al millón de personas. Del lado israelí, unas 60.000 personas fueron evacuadas de la frontera norte durante meses.
Pese a intentos de alto el fuego puntuales, la lógica de acción‑reacción se ha mantenido. El riesgo: una escalada que degrade la capacidad de disuasión de ambos y derive en una guerra abierta, algo que Washington y París han tratado de frenar sin éxito concluyente.
Siria: interdicción sostenida de la “línea de vida” iraní
Israel intensificó su patrón de ataques en Siria contra depósitos, rutas y personal vinculados a Irán y Hezbolá. En 2023 y 2024 golpeó repetidamente aeropuertos y nodos logísticos; en septiembre de 2025, medios sirios reportaron nuevas oleadas sobre Homs, Latakia y Palmira. El objetivo declarado u oficioso: interrumpir el trasiego de armas avanzadas hacia Líbano y evitar un atrincheramiento hostil junto a la frontera.
Irán: del consulado en Damasco a Fordow y Natanz
El 1 de abril de 2024, un ataque israelí destruyó el edificio consular de Irán en Damasco, matando a altos mandos de la Fuerza Quds; Teherán respondió semanas después con un aluvión de más de 300 drones y misiles contra Israel, interceptados en gran medida por una coalición liderada por Washington, Londres, París y Jordania. Fue la primera vez que Irán atacó de forma tan abierta el territorio israelí.
En 2025, el ciclo dio otro salto. Israel atacó instalaciones del complejo nuclear de Isfahán a mediados de junio, y días más tarde Estados Unidos bombardeó los tres sitios nucleares clave —Fordow, Natanz e Isfahán— en la operación Midnight Hammer. La evaluación de daños ha sido objeto de disputa: algunas fuentes apuntan a una degradación severa de Fordow y daños relevantes en Isfahán; otras, a que sólo uno de los tres complejos quedó “destruido” en términos operativos. Sea cual sea el balance final, el consenso entre expertos es que los ataques pueden retrasar, no desmantelar definitivamente, un programa nuclear determinado.
El 9 de septiembre, la AIEA y Teherán anunciaron un entendimiento para reanudar parte de las inspecciones, incluyendo sitios dañados en junio. El marco llega en medio del pulso entre el E3 europeo —que ha activado la vía de “snapback” de sanciones— y una Irán que exige garantías para no volver a abrir su programa a los inspectores.
Yemen y el Mar Rojo: del teatro periférico al centro del comercio global
Desde finales de 2023, los hutíes han atacado más de un centenar de buques, hundido varios y obligado a desviar tráfico por el Cabo de Buena Esperanza, encareciendo y ralentizando rutas energéticas y de contenedores. Estados Unidos lideró Operation Prosperity Guardian y la UE puso en marcha Aspides para proteger la navegación. Israel, por su parte, ha golpeado posiciones hutíes en Hodeida. El 7 de septiembre de 2025, un dron hutí impactó en la terminal de llegadas del aeropuerto de Ramón (Eilat), obligando a interrumpir vuelos durante horas y evidenciando que, pese a meses de interdicción, Yemen sigue proyectando fuego a más de 1.500 km.
Lo que también llega a Israel: misiles, drones y la arquitectura del “Eje de la Resistencia”
Irán, una ruptura del tabú
El ataque iraní de abril de 2024 —y otro en octubre— rompió una práctica de décadas: Teherán atacó directamente Israel y no sólo a través de apoderados. La respuesta defensiva combinada de Israel y aliados atajó la mayor parte de los proyectiles, pero el mensaje político —capacidad y voluntad de golpear— alteró el cálculo regional. Además, el 2025 vio un intercambio sin precedentes: ataques israelíes en Irán, seguidos por bombardeos estadounidenses contra su infraestructura nuclear. La escalera de escalada tiene ahora peldaños que antes no estaban.
Hezbolá: presión sostenida, grandes picos
El patrón libanés ha mezclado erosión y demostraciones de masa de fuego. El 24 de noviembre de 2024, tras golpes israelíes en Beirut, Hezbolá lanzó unas 250 armas en un solo día; otras jornadas vieron salvas de más de 100 cohetes. El objetivo: complicar la defensa aérea israelí, mantener el norte bajo zozobra y forzar a Israel a negociar con un ojo en Gaza y otro en la frontera.
Yemen: del Mar Rojo a Eilat
Además de la campaña marítima, los hutíes han ejecutado múltiples lanzamientos hacia el sur de Israel. El golpe del 7 de septiembre en el aeropuerto, precedido y seguido por nuevas interceptaciones, subraya la elasticidad del frente. Israel admite que el dron fue detectado pero no clasificado como hostil; dos civiles resultaron heridos por metralla.
Irak y Siria: fuego de baja intensidad pero persistente
La “Resistencia Islámica en Irak” ha reivindicado ataques con drones hacia Eilat y objetivos en el valle del Jordán; muchos han sido interceptados sin causar víctimas, pero suman fatiga al sistema defensivo y exhiben la capacidad de Teherán para orquestar presión multivectorial con costes limitados.
El parte diplomático: apoyos, cortocircuitos y derecho internacional
Estados Unidos: de escudo a árbitro contrariado
Washington ha sido indispensable en la defensa de Israel —interceptando junto a otros aliados los ataques iraníes de abril de 2024— y, al mismo tiempo, el actor con más incentivos para evitar la regionalización. La secuencia de junio de 2025 (bombardeos estadounidenses sobre Fordow, Natanz e Isfahán) reflejó un giro: para contener a Irán, EE. UU. aceptó entrar directamente en el intercambio cinético. Sin embargo, la operación israelí en Doha reabrió la brecha: la Casa Blanca dijo haber sido informada horas antes, emitió una advertencia tardía a Catar y calificó el ataque de “desafortunado”. Traducido: apoyo a la derrota de Hamás, pero rechazo a ampliar el radio de la guerra a costa de un aliado y mediador clave.
Europa: entre la condena y el instrumental de presión
Varias capitales europeas mantienen la condena a Hamás y el reconocimiento del derecho israelí a la defensa, pero han endurecido su postura frente a la conducción de la guerra. Los tribunales neerlandeses ordenaron frenar envíos de componentes de F‑35 a Israel; Bélgica y otros socios han aplicado controles y prohibiciones de tránsito; y España anunció un Real Decreto‑ley que “consolida jurídicamente” un embargo de armas en vigor desde octubre de 2023, prohíbe el tránsito por puertos a barcos con combustibles para las FFAA israelíes y veta el uso del espacio aéreo a aeronaves estatales que transporten material de defensa con destino Israel. Ayer, Alemania tachó de “inaceptable” el ataque en Doha; Reino Unido también lo condenó.
El derecho internacional ha cobrado centralidad. En enero de 2024 la Corte Internacional de Justicia ordenó medidas provisionales para prevenir actos de genocidio en Gaza; en julio de 2024, la CIJ emitió una opinión consultiva declarando ilegal la prolongada ocupación/colonización de los Territorios Palestinos. La Fiscalía de la Corte Penal Internacional solicitó órdenes de arresto contra dirigentes de Hamás y contra el primer ministro israelí y su entonces ministro de Defensa; en noviembre de 2024, jueces de la CPI emitieron órdenes contra líderes tanto de Hamás como de Israel. El Reino Unido, por su parte, reiteró esta semana que no ha concluido que exista genocidio, reflejando la brecha transatlántica sobre definiciones y umbrales probatorios.
Rusia y China: oportunidad estratégica
Moscú y Pekín han capitalizado la impopularidad global de la guerra en Gaza para proyectarse como valedores de soberanías y alto el fuego; han condenado la ampliación de operaciones —incluida la de Doha— y se han alineado con Irán frente al intento europeo de reimponer sanciones vía “snapback”. Esta narrativa —defensa del multilateralismo y crítica al “doble rasero” occidental— compite con la de Washington en el llamado Sur Global.
El Golfo y el eje árabe: condena sin ruptura (de momento)
Los países del Golfo condenaron el ataque israelí en Doha; Catar mantendrá su rol mediador, pero con un coste político interno gestionable mientras no haya víctimas qataríes adicionales. Arabia Saudí y Emiratos calibran su mensaje entre solidaridad con Catar y el mantenimiento de vínculos silenciosos con Washington en materia de seguridad. Egipto, socio esencial en mediación y control de Rafah, ha elevado el tono contra desplazamientos forzosos y una crisis que considera existencial para su seguridad.
La tragedia humanitaria, en tiempo real
La guerra ha pulverizado la infraestructura básica de Gaza. La OMS y agencias de la ONU documentan el deterioro sanitario extremo, con riesgos de hambruna sostenida y brotes que crecen sobre redes de agua y saneamiento colapsadas. Los muertos superan los 64.000, los heridos pasan de 150.000, y se han multiplicado las muertes ligadas a hambre y a incidentes en puntos de distribución de ayuda. A finales de agosto y principios de septiembre, Israel emitió nuevas órdenes de evacuación en Ciudad de Gaza y intensificó bombardeos; la ONU alerta de desplazamientos repetidos sin lugares “seguros”.
La centralidad del derecho internacional humanitario —y su aparente ineficacia práctica— explica que foros como la Asamblea General de la ONU hayan exigido repetidamente un alto el fuego inmediato, evidenciando la fractura entre el Consejo de Seguridad y la mayoría de Estados.
Doha como síntoma: tres dilemas estratégicos
Disuasión vs. escalada. Israel sostiene que neutralizar a los organizadores del 7‑O —estén donde estén— reduce la amenaza futura. El coste evidente de Doha es la erosión de capital político acumulado por los mediadores, la generación de consenso internacional en contra, y el riesgo de “normalizar” ataques cruzados en capitales aliadas. La pregunta abierta es si la disuasión hacia Hamás se traduce en menos ataques o si activa nuevas capas del “Eje de la Resistencia”.
Control del ciclo de represalias. La cadena 1) consulado iraní en Damasco, 2) ataque directo iraní, 3) bombardeos israelíes en Irán y 4) golpes estadounidenses a Fordow/Natanz/Isfahán, muestra que el “techo” de respuestas ha subido. Añadir Doha al mosaico introduce un actor‑sede que había sido “intocable” por razones diplomáticas. La literatura estratégica sugiere que escaleras con peldaños más altos, si no están coordinadas por un “árbitro”, tienden a fallar por errores de señalización. Hoy ese árbitro —EE. UU.— se muestra ambivalente.
El coste de oportunidad diplomático. La semana del ataque se hablaba de nuevas propuestas de cese el fuego y canje de rehenes. Al golpear en la mesa de negociación, Israel ha impuesto un triple peaje: reputacional (para sí), operativo (para Catar y Egipto) y cognitivo (para Hamás, que calibrará la seguridad de su “exterior”). Ese peaje puede, paradójicamente, endurecer posiciones y encarecer cualquier acuerdo.
¿Qué pasa mañana? Cuatro escenarios y su probabilidad cualitativa
Escenario A: contención con diplomacia reforzada (probabilidad media). Tras la condena generalizada, Israel pausa operaciones fuera de Gaza y Líbano; Catar mantiene la mediación con apoyo de EE. UU. y Egipto; se obtiene un alto el fuego con canje escalonado y entrada masiva de ayuda. Clave: que Washington convierta su disgusto por Doha en condicionantes tangibles (munición, vetos diplomáticos, garantías de seguridad en el norte).
Escenario B: escalada regional medida (probabilidad media‑baja). Respuestas hutíes más frecuentes —como la del aeropuerto de Ramón— y mayor actividad de milicias iraquíes; Israel intensifica golpes en Siria y Líbano y mantiene la presión en Gaza. El riesgo de fallo de cálculo aumenta, pero los actores evitan guerra total.
Escenario C: choque directo EE. UU.–Irán (probabilidad baja, impacto altísimo). Un ataque con víctimas múltiples en Israel o contra activos estadounidenses dispara una respuesta cruzada; la AIEA pierde pie en el terreno y el E3 reactiva sanciones con apoyo ampliado. La ventana de inspección abierta el 9 de septiembre se cerraría.
Escenario D: estancamiento prolongado (probabilidad media‑alta). Sin alto el fuego y con ofensivas intermitentes, la guerra en Gaza persiste a baja‑media intensidad; el norte israelí continúa parcialmente evacuado; el Mar Rojo alterna calmas y crisis; la diplomacia humanitaria gana margen, la política se empantana. Es el “nuevo normal” de una región atravesada por conflictos entrelazados.
Recomendaciones de política (realistas, no ideales)
Para Estados Unidos. Convertir el reproche por Doha en política: 1) condicionar entregas clave a reglas de empeño extraterritoriales más estrictas; 2) blindar canales de mediación (Doha‑El Cairo) con protocolos de coordinación previa; 3) sostener una ventana AIEA en Irán que reduzca incentivos a nuevas andanadas; 4) reforzar Aspides y Prosperity Guardian con reparto de cargas transparente.
Para Israel. Definir una “doctrina de alcance” que discrimine entre objetivos estratégicos de alto valor y golpes de alto coste diplomático; priorizar una salida creíble para el norte (retorno seguro de 60.000 evacuados) mediante arreglo supervisado en el sur de Líbano y canales militares con Beirut/UNIFIL; aceptar un marco verificable de ayuda humanitaria sostenida y de protección a personal sanitario y distribuidores.
Para Catar, Egipto y el Golfo. Blindar la mediación con garantías externas (EE. UU., UE) y mecanismos de continuidad aun bajo presión; evitar sobrerreacciones que dinamicen la agenda de los “duros” en todas las partes. Doha no puede ser simultáneamente mesa y campo de batalla.
Para la UE. Unir los instrumentos dispersos (embargos, tránsito, condicionalidad comercial) a un paquete político claro: alto el fuego verificable, entrada de ayuda a escala, y hoja de ruta hacia gobernanza palestina reformada con financiación robusta. Lo anunciado por Madrid apunta a un uso más decidido de la palanca europea; falta la orquestación a 27.
Ideas equivocadas que conviene desterrar
“Doha demuestra que la mediación está muerta.” No. Doha muestra que la mediación es un activo que requiere protección activa. Catar ha dicho que seguirá; su resiliencia institucional sugiere continuidad, aunque más cara.
“Los bombardeos de junio han terminado con el programa nuclear iraní.” No. El efecto más probable es retraso y disuasión técnica parcial (sobre Fordow, según algunos análisis), no desmantelamiento definitivo. El comportamiento de Irán ante la AIEA en los próximos meses será más revelador que la retórica.
“La guerra del norte se ha ‘congelado’.” Tampoco. Aunque se han evitado guerras abiertas, el intercambio con Hezbolá sigue siendo una abrasión constante con brotes de alta intensidad que pueden forzar una gran operación con poco preaviso.
Conclusión: una región definida por el “entre”
La guerra de Gaza ya no es, estrictamente, “una guerra en Gaza”. Es una serie de guerras entrelazadas donde cada actor (Israel, Irán, Hezbolá, los hutíes, milicias iraquíes) busca su propia disuasión a costa del margen de maniobra del otro. Doha encapsula el punto de inflexión: cuando la guerra toca a los mediadores, el sistema entra en zona de peligro.
Para Israel, el dilema es clásico: cómo perseguir a sus enemigos externos sin quedarse sin aliados y sin combustible diplomático. Para Irán y su constelación, el riesgo es creer que el “anillo de fuego” puede apretar indefinidamente sin incendio mayor. Para Estados Unidos y Europa, la tensión reside entre la promesa de seguridad a un aliado, el coste humanitario de una guerra percibida como ilimitada y la necesidad de preservar un orden donde la fuerza no sea el único idioma.
El final “feliz” —alto el fuego sostenible, entrada masiva de ayuda, vuelta segura de evacuados del norte israelí, reinicio de inspecciones nucleares y marco político palestino funcional— exige algo extraordinario: que cada actor renuncie a una victoria total. La alternativa es conocida: una década más de “entre guerras” con más muertos, economías más frágiles y menos margen para la política.